A unos 3 kilómetros de Grisel se encontraba el poblado de Samangos. Las primeras noticias que se tienen son del siglo XII cuando era posesión de Pedro de Atarés. A mediados del siglo XIV, este pertenecía a Teresa García de Loriz, casada con Jordán Pérez de Urries (Gobernador de Aragón). La destacada familia turiasonense de los Pérez-Calvillo compra a éstos últimos varias propiedades en Tarazona y alrededores y los lugares de Cunchillos y Samangos. Para conseguir la total propiedad de Cunchillos, Pedro Pérez Calvillo (sobrino del obispo del mismo nombre) firmó un acuerdo con el Cabildo de la Catedral de Tarazona para cambiar unas heredades que éstos poseían en Cunchillos por el señorío de Samangos, según un documento firmado ante el notario de Tarazona Lázaro de Larraz el 17-VIII-1376. El Cabildo ya era dueño de Grisel desde 1351, por lo que a partir de entonces la historia de ambos pueblos fue paralela, hasta la desaparición de Samangos y pasar sus tierras a pertenecer a Grisel.
No obstante se puede asegurar que el lugar de Samangos ya se encontraría habitado muchos años antes. En una elevación cercana al mismo podemos ver en la actualidad los restos de un torreón o castillo alrededor del cual se asentarían las casas del pueblo. De origen musulmán o quizás anterior, el torreón o castillo sería usado en las mil y una batallas que durante la Edad Media se dieron por estas tierras fronterizas, y sobre todo en la Guerra de los Dos Pedros (1357 y 1369) entre castellanos y aragoneses. Tras la unión de Aragón y Castilla con el matrimonio de Fernando e Isabel, Los Reyes Católicos, toda esta zona perdió su condición de frontera entre ambos reinos y sus recintos defensivos todo su protagonismo.
En Samangos, como en Grisel, los moros o mudéjares que aquí vivieron lo hicieron desde antes de la conquista por el rey aragonés Alfonso I El Batallador de Tarazona y su comarca hacia el año 1119. El Fuero que el rey otorgó a Tarazona se hizo extensivo a los pueblos vecinos, lo que permitió quedarse en ellos a los moros que lo quisieron, manteniendo sus costumbres y prácticas religiosas y tributando por ello un impuesto especial. Junto a la tradicional actividad agrícola y ganadera, los pocos vecinos que habitaron en Samangos, se ocuparon en oficios tales como la tejería y la alfarería. De hecho, los restos cerámicos son todavía abundantes en el entorno de la ermita. Samangos fue abandonado por sus habitantes en varias ocasiones, yéndose estos a vivir a Grisel. En el Fogaje de 1495, ordenado por el rey Fernando El Católico para el cobro de los impuestos, no aparece mencionado como núcleo independiente y a la largo del siglo XVI, sus dueños, el Cabildo de Tarazona, mandan en varias ocasiones que: “... con todo rigor vuelban los vezinos de Samangos que tienen hacienda de quiñon a vivir en el lugar…”. Tras los infructuosos llamamientos realizados por el Cabildo para que vuelva a ser habitado, a comienzos siglo XVII, los concejos de Grisel y Samangos aparecen fusionados ya en uno solo en las Ordenaciones de 1605.
Un hecho definitivo para el total abandono de Samangos fue la expulsión de los moriscos en 1610. En 1526 los musulmanes que habitaban en España fueron obligados a ser bautizados y convertirse al cristianismo, recibiendo el nombre de moriscos. Después de ésta, más forzada que real, conversión, fueron perseguidos por la Santa Inquisición y tras varias rebeliones, el rey Felipe III ordenó su expulsión en 1609. En el Quinque libris, volumen II, de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Grisel una sucinta nota nos da fe de esta expulsión: “Los moriscos de los lugares de Grisel y Samangos salieron de España por mandato del rey don Phelippe terçero de Castilla y segundo de Aragón en compañía de los moriscos de Santa Cruz y Cunchillos, a diez y seys días del mes de agosto, de lunes de San Roque, año de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo mil seyscientos y diez, siendo obispo de Taraçona el muy religioso y sierbo de Dios don fray Diego de Yepes, y vicario de los dichos lugares mossen Juan Baztan y Varreneche. Poblase el lugar de Grisel después de la expulsión de dichos moriscos el mesmo año. Sea todo a honra y alabanza de Nuestro Señor Jesucristo y la Virgen Maria, por siempre jamás. Amen”.
De Samangos según el censo ordenado para la expulsión salieron ese 16 de agosto de 1610 hacia el destierro unos 40 moriscos, que habitaban tan solo 8 casas, quedando así el poblado totalmente desabitado. Tras la expulsión el Cabildo asumió rápidamente la repoblación de Samangos conjuntamente con Grisel, con cristianos viejos de otros lugares. Tras varios años de negociaciones no consiguieron hasta 1617 adjudicar más o menos definitivamente los lotes que se repartieron. Hasta Samangos solamente llegaron 5 familias, la mitad que con los moriscos, lo que comprometió muy seriamente su viabilidad como núcleo independiente. A partir de entonces muy poco se menciona de Samangos, salvo que en 1612 el Cabildo cedió un solar a los vecinos para que levanten una ermita donde poder rezar y en diciembre de 1715 trató de reparar el pueblo que se encontraba arruinado ya que “algunos vasallos de Grisel, sin permiso del Cabildo, habían quitado materiales de las casas”. Se supone que poco a poco sus casas fueron abandonadas y, en algún momento indeterminado del siglo XVIII, sus tierras fueron anexionadas a Grisel.
Hoy el único resto que queda de aquel poblado de Samangos es su Ermita. Cada 23 de Abril se llega en procesión hasta aquí desde Grisel para conmemorar una tradición inmemorial. La vuelta de los moriscos que habitaban Samangos desde Grisel hacia finales del siglo XVI. La Ermita en si es una modesta construcción de ladrillo y tapial, de la que no se sabe con certeza su antigüedad y que ya fue restaurada en 1977, con aportaciones y trabajo de los vecinos de Grisel. La mala calidad de su estructura y tejado, y el paso de los años, la han llevado a un estado lamentable, por lo que el Ayuntamiento con la ayuda de la Diputación Provincial procedieron a restaurarla entre los años 2009 y 2010.
(Para acceder a mapa ir al apartadado: "Rutas, caminos y senderos")